miércoles, 23 de enero de 2013

Canto de Gallos

El gallo cantó como ave carroñera que avisa a sus compañeros de una presa futura, la noche no había muerto aún, pero el canto de aquel animal recordaba que esa noche, sin importar que tan grata hubiera sido, concluiría como las otras.

El estaba despierto, la noche no era su amiga, la memoria tampoco. El alba traería arrepentimiento o  goce, pero aún estaba lejos.

El gallo cantó una vez mas.

Podía sentir como todo volvía a la vida, a esa rutina que el sabía no era mas que repetir una y otra vez las mismas conversaciones vacías con las mismas personas vacías que preguntaban siempre “¿Como estás hoy?” por mera cortesía.

El gallo volvió a cantar, esta vez fue acompañado por otro, parecía que volaban en círculos sobre la agonizante noche, en el horizonte, unos dorados rayos la habían herido, el nuevo día era ya mas un hecho que una promesa.

El se levantó, procurando mover la cama lo menos posible, el reloj no había dado la alarma, no hacía falta tampoco. Antes de salir de su habitación miró hacia atrás y vio a aquel ser durmiendo boca abajo, las sabanas al rededor de su cuerpo daban la impresión de que era un ángel volaba entre las almohadas hacia cielos de algodón. Siempre le había envidiado la gracia que podía tener aún durmiendo. Se preguntó cuanto tiempo más podría quedarse viendo ese espectáculo que nadie había montado, de pronto la eternidad le pareció poca, la simplicidad y la belleza de la que era espectador eran demasiadas.

El gallo volvió a cantar y esta vez era una victoria clara, su presa ya había muerto y solo quedaba el festín que los carroñeros conocen como premio por su paciencia.

El salió de la habitación, sabía que ahora debía apurarse, tenía el tiempo justo para su rutina matutina. Se baño y afeitó, sin mas vestimenta que la toalla con la que se había secado se dirigió a la cocina, puso a calentar su café en el microondas y unas tajadas de pan en la tostadora. Miró el reloj, ahora el día era quien lo estaba acechando, escondido en una maleza entretejida entre dorados rayos y rosadas nubes. Una idea lo asaltó en ese momento, Llamó al trabajo, tradujo como enfermedad la sensación de depredación que la noche le había hecho sentir. Volvió a su habitación, donde su ángel lo esperaba aún volando con oníricas sabanas por alas.

Y el gallo cantó para anunciar la muerte de una nueva noche.